ANTECEDENTES
HISTÓRICOS
La PCI es conocida desde el antiguo Egipto. En esta fotografía puede verse la representación en un bajo relieve egipcio de un hombre con atrofia en la extremidad inferior derecha, pie equino y flexo de rodilla. Por su atuendo y por el mismo hecho de estar representado en una obra artística podemos suponer que fue una persona importante en su tiempo. Vemos cómo sostiene un objeto, probablemente una copa con su brazo izquierdo además de una vara ¿se trata de una hemiplejia por parálisis cerebral? ¿De una atrofia secundaria a una enfermedad como la polio?
Otra obra interesante del antiguo egipcio es esta en la
que se representa a una pareja y sus hijos. el marido es acondroplásico, algo
que no evitó que fuera en su tiempo una persona importante.
Enano Seneb y la Familia,
el Cairo, Museo Egipcio, sacerdote del templo funerario de la IV Dinastía, de
Keops. No es una escultura idealizada, sino que tiene una curiosa composición.
Los esposos aparecen sentados sobre un banco corrido. La mujer abraza
cariñosamente a Seneb que tiene sus piernas cruzadas sobre el asiento. Delante
de él, en la parte inferior del banco, se ha representado a los dos hijos de la
pareja, justo en el espacio que las piernas de Seneb hubiese ocupado si su
cuerpo hubiese sido de estatura normal.
PAPIRO DE
SMITH
(hacia 1600 a.C.) New York Academy of Medicine
Este tratado médico, una copia de un texto
escrito varios siglos antes, relata cómo diagnosticar y tratar 48 lesiones
diferentes (destacadas en caracteres rojos), desde una herida abierta en la
cabeza hasta una fractura vértebral. Pomadas, vendajes o reposo son algunas de
las terapias y sólo en un caso se propone un conjuro como la única opción
terapéutica o más bien un ensalmo a los dioses pidiendo consejo. Además,
incluye un tratado sobre el sistema cardiovascular, problemas ginecológicos y
algunos consejos cosméticos. El papiro, adquirido por el egiptólogo Edwin Smith
a un traficante de antigüedades en 1862, es uno de los dos únicos textos
médicos completos que se conservan de la civilización faraónica.
A través de la
historia, múltiples investigaciones se han hecho presentes para tratar de
entender, definir y clasificar a la parálisis cerebral infantil. En 1843
William Little, un ortopedista inglés, fue el primer médico en tratar de agrupar
las alteraciones esqueléticas que se asociaban a padecimientos cerebrales.
Observó que existía una relación entre una hemiplejía y alteraciones esqueléticas
que se repetían como un patrón y que generalmente se presentaba en niños con
antecedentes de prematurez o asfixia perinatal (Little, 1862).
William John Little (1810–1894) |
Compiló sus investigaciones y logró publicar
un tratado conocido como «Deformities of the human frame» (Little, 1843) el
cual tuvo rápidamente gran aceptación a nivel mundial, por lo que a partir de
ese momento se le conoció a la parálisis cerebral infantil como la enfermedad
de Little.
Para el año de 1900 y
tras lo publicado por Little, Phelps (1941) incursionó en un tratamiento
moderno para estos niños, el cual abarcaba un programa de terapia física, uso
de órtesis y bloqueo de nervios. Describió cuatro objetivos principales a
tratar:
1. Locomoción,
2. Independencia en
las actividades de la vida diaria,
3. Lenguaje y
4. Apariencia general.
En 1957, el club de Little,
formado por expertos en la materia, publicó otra definición de la parálisis
cerebral (PC) denotándola como un desorden permanente pero cambiante del
movimiento y postura que aparece en los primeros años de la vida, debido a un
desorden no progresivo del cerebro que resulta en la interferencia durante su
desarrollo. Presentaron así mismo una nueva clasificación que la agrupa en
distintas categorías: espástica, distónica, coreoatetósica, mixta, atáxica y
atónica (MacKeith, 1959). Hacia finales de los años 80 y principios de los 90 y
tras múltiples reuniones de expertos en América y Europa, se realizó una nueva
revisión con un interés profundo en subrayar la heterogeneidad de esta
condición, acuñándose el término de «paraguas»; el cual cubre a un grupo de
síndromes de dificultad motora no progresivos, pero constantemente cambiantes,
secundarios a lesiones o anormalidades del cerebro, que aparecen en las
primeras etapas del desarrollo (Mutch, et al. 1992). Finalmente para el año
2004 en Bethesda, Estados Unidos, un grupo de expertos a nivel mundial,
reunidos en el «Taller Internacional para la Definición y Clasificación de la
Parálisis Cerebral» introdujo al acervo médico que la parálisis cerebral no es
una enfermedad específica (Wu, 2006), y finalmente se definió como «un grupo de
desórdenes permanentes del desarrollo del movimiento y postura, que causan una
limitación; y se atribuyen a alteraciones no progresivas que ocurren en el
desarrollo del cerebro fetal o infantil. Los desórdenes motores de la PC
frecuentemente se acompañan de alteraciones en la sensación, percepción,
cognición, comunicación, alimentación, funciones orofaciales, conducta y por
problemas musculoesqueléticos» (Bax, 2005).
El concepto de Karen y
Berta Bobath (1940), fundadores del famoso centro Bobath de Londres -
Inglaterra, señalan que la parálisis cerebral es un grupo de condiciones
resultantes del daño o mal desarrollo del cerebro que ocurre en la temprana
niñez. La lesión es estacionaria e interfiere con la coordinación normal,
incapacidad para mantener la postura normal y realización del movimiento. Al
impedimento motor se asocia frecuentemente disturbios: sensorial, retardo
mental y/o epilepsia.
Para Marti (2003) la
Parálisis Cerebral es provocada por una lesión en un cerebro en desarrollo
desde el embarazo, parto hasta los 5 años de edad, (momento en que el cerebro
alcanza el 90% del peso), que provoca un mal funcionamiento de las áreas
motoras.
El desarrollo de las
clasificaciones también ha sido problemático, describiéndose en la historia
diferentes sistemas de clasificación. Cada sistema toma en cuenta la
descripción clínica de los trastornos motores, la búsqueda de asociaciones entre
tipos clínicos y etiología, la realización de estudios epidemiológicos y la intervención
terapéutica.
Debemos saber que las
causas de la parálisis cerebral son múltiples y éstas se clasifican en tres grupos
principales de alteraciones: prenatales, perinatales y postnatales. Se estima
que entre un 70 y 80% de las ocasiones, la PC tiene su origen en factores
prenatales.
Hasta el momento, la
prematurez sigue siendo uno de los principales antecedentes de la parálisis
cerebral. Sin embargo, los avances en la ciencia y la tecnología, que se extienden
desde imágenes en sus diversas modalidades a técnicas avanzadas de biología
molecular, indican que la mayoría de los casos de encefalopatía neonatal y parálisis
cerebral no se originan durante el parto (Bax, 2006)
En la actualidad se
acepta que la mayoría de los casos de encefalopatía neonatal y PC tienen su
origen en la hipoxia neonatal consecuencia de anomalías de desarrollo,
anomalías metabólicas, defectos autoinmunes y de la coagulación, infecciones,
traumatismos o combinaciones de éstos.
Algunas clasificaciones iniciales, como
la realizada por Evans (1948), sólo contemplaba cuatro parámetros:
1. No ambulatorio,
2. Restricción del
estilo de vida,
3. Marcha funcional pero
no con fluidez, y
4. Marcha con soltura.
La Parálisis Cerebral
se clasifica de acuerdo a la perturbación del tono muscular y por ende del
movimiento en: espástica, atetoide, ataxica y mixtas. Algunos autores describen
las formas hipotónicas.
La forma espástica se
caracteriza por la dificultad que, tiene el músculo de relajarse de manera
voluntaria, se refiere a la incapacidad de la persona de controlar movimientos
de los miembros afectados. La forma atetoide se refiere a la incapacidad de la
persona de controlar el movimiento de los músculos comprometidos. La variedad
atáxica, la detectamos por la dificultad para conservar el equilibrio corporal
y la coordinación de los movimientos.
Se reconocen también
las formas mixtas que comprende la presencia de grupos musculares espásticos
alternando con músculos afectados de movimiento atetoide; así como formas
hipotónicas que generalmente se presentan con carácter temporal por cuanto a
que posteriormente se transforman en forma espástica o atetoide.
MOTRICIDAD OROFACIAL Y
PARÁLISIS CEREBRAL
En cuanto a las
alteraciones motrices del lenguaje en la Parálisis cerebral, Puyuelo, M. Póo, P. Basil, C. Le
Métayer, M. (1996), establecen las siguientes como las más comunes y características de
esta patología: alteraciones en las partes del cuerpo relacionadas con la emisión de la voz,
alteraciones en la alimentación, en la zona oral o perioral y reflejos orales, en la respiración, en
la fonación, en la articulación, en la resonancia y en la prosodia.
En la rehabilitación
de las alteraciones relacionadas con la motricidad orofacial adquiere gran importancia la
terapia miofuncional orofacial que Pérez (2010, p.14-17) define como: Sistema terapéutico de
intervención que constituye una serie de técnicas y procedimientos que se utilizan para
reeducar y establecer no sólo un equilibrio muscular orofacial, sino hábitos y funciones
alteradas, así como la creación de nuevos patrones de conducta oral con el fin de conseguir
una rehabilitación funcional en la resolución de trastornos bucofaciales así como la mejora de la
estética facial.
Pérez (2010), en
relación con el objetivo principal que persigue este tipo de terapia en sujetos con
limitaciones importantes a nivel orofacial, establece que “la terapia
miofuncional es un tipo de
intervención que tiene como finalidad el conseguir un equilibrio muscular orofacial,
que permita realizar correctamente patrones neuromusculares de comportamiento
adecuados” (p. 14-17)
Este tipo de
intervención, se emplea tanto en niños, como en adolescentes y adultos que presentan alguna
disfunción en el sistema orofacial.
El tratamiento
en motricidad orofacial debe ser llevada a cabo por un profesional especializado en el tema, que se
encargará de prevenir, evaluar, diagnosticar, educar y rehabilitar aquellas alteraciones que comprometan
la funcionalidad del sistema orofacial en patologías de diversa índole
(físicas, genéticas, neurológicas o adquiridas) en personas de todas las
edades.
Los problemas más
frecuentes en los que se centra la terapia de motricidad orofacial según Pérez (2010, p. 14-17), se
dan:
1. A nivel
respiratorio: respiración oral, respiración invertida, hipotonía
diafragmática, etc.
2. A nivel
masticatorio y deglutorio: deglución atípica, deglución con interposición
lingual, limitación masticatoria, movimientos compensatorio y adaptativos, etc.
3. Malos
hábitos: succión digital, labial, succión de mejillas, uso excesivo de chupete,
etc.
4. A nivel
articulatorio: disartrias y anartrias.
5. A nivel
postural: asimetrías posturales, hombros adelantados, columna vertebral no rectilínea,
etc.
6. Tonicidad
y movilidad de la musculatura facial: hipotonía labial, lingual (protusión
lingual), bruxismo, etc.
La intervención
orofacial, no obstante, presenta diferentes limitaciones que deben ser tenidas en cuenta
antes del inicio de la rehabilitación. Según Castells i Batlló, M. (1992), las limitaciones más
significativas son:
Por un lado la edad
del sujeto: lo ideal es empezar lo antes posible, de ese modo será mucho mejor el pronóstico y avance del niño.
Por otro lado está la
motivación y predisposición del sujeto: Si el niño no está suficientemente motivado o predispuesto para la realización de los
ejercicios, es inútil llevar adelante el tratamiento, sin embargo es todo un proceso de adaptación a través de actividades corrigiendo, adaptando y estimulando su deficiencias por parte del terapeuta y principalmente de sus padres. Del mismo modo en niños mayores se logra conseguir esta motivación más rápido, porque ellos mismos
son conscientes de sus limitaciones y también de sus posibilidades. Es de gran importancia
que el terapeuta consiga y mantenga viva dicha motivación a lo largo
del tratamiento.
Por último en
necesario tener en cuenta la colaboración de la familia: la familia es indispensable puesto
que depende de ellos que el sujeto acuda a las sesiones y realice adecuadamente los
ejercicios y actividades. En el caso de los adultos, la familia será un apoyo indispensable para
mantener la motivación hacia el tratamiento. El éxito de la intervención, estará por tanto
directamente relacionado con la implicación familiar en el proceso de rehabilitación.
En cuanto a la
aplicación de la terapia de Motricidad Orofacial, García, Djurisic, Quirós, Molero,
Alcedo, Tedaldi, (2010),
establecen que a pesar de ser planificada de forma individual para cada paciente dadas las
características concretas de cada uno, existen tres fases comunes a todo tratamiento, ya sea
miofuncional o de otro tipo, que se deben seguir para un tratamiento adecuado y funcional.
Estas fases son:
1. Concientización:
El paciente deberá reconocer el problema y la necesidad de su corrección; para ese fin trabajará mediante ejercicios realizados metódicamente y diariamente.
2. Corrección:
El paciente conocerá las estructuras que se encuentran alteradas, indicándoles por
qué es anormal. Se enseñará la forma adecuada.
3. Reforzamiento:
Una vez que el paciente ha conseguido un patrón correcto, deberá ser reforzado;
su estabilización se logrará con ejercicios adecuados hasta que la acción
refleja condicionada haya establecido la acción correcta.
A continuación se exponen dos cuadros para visualizar
la utilidad de la terapia miofuncional orofacial como método de intervención en sujetos
con parálisis cerebral, y las competencias generales que pretende la motricidad orofacial a nivel global, en la línea de
los citados por Aragón Jiménez, V. (2009).
- Disminuir la tensión
como medida previa para facilitar la succión, deglución, masticación, respiración y fonoarticulación.
- Modificar la postura
corporal. Adquirir patrones correctos para favorecer al desarrollo de las funciones orofaciales.
- Reeducar patrones musculares orofaciales inadecuados.
- Eliminar malos hábitos
e instaurar nuevos comportamientos.
- Devolver el equilibrio
muscular orofacial.
- Modificar el patrón masticatorio y/o deglutorio incorrecto estableciendo nuevos comportamientos.
- Corrección de hábitos
nocivos como puede ser una postura inadecuada, una respiración oral, etc.
A seguir les desjo un par de e-books sobre el tema:
- El niño con parálisis cerebral: enculturación, desarrollo e intervención
- Descubriendo la parálisis cerebral
- El niño con parálisis cerebral: enculturación, desarrollo e intervención
- Descubriendo la parálisis cerebral
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
- Aragón Jiménez, V.
(2009). Innovación y experiencias educativas. “Terapia miofuncional en niños
con deglución atípica”. 16. ISSN: 1988-6047. Recuperado de http://blog.aspanif.org/wp-content/uploads/2013/08/ejercicios-miofuncionales.pdf
- Bax M, Goldstein M et al. (2005) Proposed
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- Bax M, Tydeman C et al. (2006) Clinical and
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1602-1608.
- Bax M.C. (1964) Terminology and
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- Castells i Batlló, M.
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http://apps.elsevier.es/watermark/ctl_servlet?_f=10&pident_articulo=13152868&pident_us
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Evans P.R. (1948) Problems in the
classification of cerebral palsy in childhood. Archives of Disease in Childhood. (23): 213.
- García, J. Djurisic,
A. Quirós, O. Molero, L. Alcedo, C. Tedaldi, J. (2010) Revista Latinoamericana
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de https://www.ortodoncia.ws/publicaciones/2010/art21.asp
- Little W.J. (1843) Lectures on the
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- Mac Keith R.C, Polani P.E. (1959) The
Little Club: memorandum on terminology and classification of cerebral palsy.
Cerebral Palsy Bulletin. (5): 27-35.
- Mutch L, Alberman E, Hagberg B et al. (1992)
Cerebral palsy epidemiology: where are we now and where are we going? Dev Med
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- Oliva, L. L. Terapia
de Estimulación Orofacial en Patologías Neurológicas Infantiles. Recuperado de
http://ocw.um.es/cc.-de-la-salud/intervencion-interdisciplinar-desde-el-ambito-de/materialde-clase-1/tema9.laura-luna-oliva.pdf
- Pérez, M.ª C. (2010).
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- Phelps W.M. (1941) The management of the
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